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Foto del escritorMarcos Alvo

¡Alto!



Hay un meme que se me ha aparecido varias veces por Instagram. Dice algo así como que, si no sales de la cuarentena habiendo leído las obras completas de Tolstoi, hablando chino mandarín o creando la vacuna contra el COVID-38, nunca te faltó tiempo, sino disciplina. O que Newton descubrió la fuerza de gravedad durante su confinamiento por la peste bubónica… ¿Qué vas a descubrir tú durante la cuarentena?

O sea que, si no hacemos algo “relevante” durante nuestro propio aislamiento, hemos desperdiciado una oportunidad única y no estaremos siendo lo suficientemente productivos

¿No será todo lo contrario?

Quizás ser tan productivos es precisamente lo que nos trajo hasta acá. La gran enseñanza que nos puede dejar esta pandemia es aprender a detenerse. A parar. A reencontrarnos y vivir con nosotros mismos y nuestros más cercanos. A volver a relacionarnos, pero a la distancia. A extrañarnos y darnos cuenta del poder detrás de un abrazo. A darnos cuenta de que no es suficiente con mandarnos emojis para desear un feliz cumpleaños. Y, sobre todo, a no ser productivos.

Si alguien, además de todo eso, logra escribir un libro, crear un negocio nuevo o aprende a cocinar magret de pato, fantástico, pero ya es suficiente con estar viviendo en un espacio cerrado, sin poder salir, mirando por la ventana como los cielos se despejan y los animales se toman la calle, como para que más encima nos pongamos la presión de hacer algo genial en medio de una época de ansiedad e incertidumbre económica y sanitaria, de la que no estamos seguros cómo ni cuándo saldremos.

Si algunos quieren leer Los hermanos Karamazov, bien por ellos, pero que no juzguen a lo que simplemente se contentan con una buena conversación, con jugar con sus hijos o simplemente ver una película en Netflix.


Anoche vi, luego de haberla pospuesto por demasiado tiempo, “Dunkerque”, la película que narra ese episodio de la Segunda Guerra Mundial en el cual 400.000 ingleses se encuentran acorralados entre el enemigo y las playas del norte de Francia. Al final de la película (spoiler alert!) 300.000 soldados logran volver a casa sintiéndose un fracaso, y ahí sucede una escena preciosa: un anciano ciego estrecha las manos de los jóvenes diciéndoles “Buen trabajo, muchachos”. El soldado interpretado por Harry Styles le responde: “Todo lo que hicimos fue sobrevivir”. “Eso es suficiente”, cierra el viejo, “eso es suficiente”.

Quizás basta con haber aprendido a parar.

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